lunes, 1 de noviembre de 2010


Los paisajes homogéneos del monocultivo significan pérdida de biósfera, disminución de variedades agrícolas, emigración de campesinos del campo a las villas miserias, aumento de la brecha económica, devastación cultural, inundaciones por pérdida de sistemas de retención de lluvias y problemas de salud por contaminación y alteración en las dinámicas de vectores de enfermedades en relación a sus organismos animales hospedadores.

Frente a ese panorama, la imagen de un campo en mosaico implica la posibilidad de estimular procesos de signo opuesto. El modo de producción agrícola dominante está en expansión y no va a eliminarse por decreto. La solución, creemos, es apuntar colectivamente a una situación temporal de equilibrio entre el monocultivo y otras formas territoriales, como la producción campesina, pastizales para el ganado y terrenos de recuperación de monte nativo. Como la situación actual es de franco desequilibrio, es acuciante la necesidad de poner límites al sistema dominante, tanto territoriales como relativos a las dinámicas de producción y comercialización.

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