
La producción contemporánea de alimentos se basa en la capacidad de generar diversos organismos transgénicos y en las transformaciones ambientales que permiten que la multiplicación de los mismos sea rentable para quienes concentran su producción y comercialización. El auge de esta forma de producción transformó el territorio agropecuario a escala regional y mundial, provocando la expansión de estos cultivos sobre los cultivos tradicionales, la ganadería y los ambientes naturales. Al impacto ecológico se agrega el impacto social, donde cientos de miles de campesinos fueron expulsados a la periferia de las ciudades.
En el comienzo mismo de los estudios genéticos de Gregor Mendel, a mediados del siglo XIX, ya existía un interés abierto y declarado en conocer los mecanismos de la herencia para mejorar la producción agrícola y ganadera.
A lo largo del siglo XX la genética americana se puso a la vanguardia de la producción de cereales por medio del cruce de variedades y la obtención de híbridos de mayor rendimiento.
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