
La naturaleza está en conflicto con la naturaleza del orden de las cosas: un orden basado en el curso unidimensional del valor económico y la productividad. Este orden desnaturaliza a la propia naturaleza para transformarla en un recurso. El dominio hegemónico de esta simplificación termina por reducir la complejidad y diversidad de la naturaleza, a pesar de ser la base material de nuestro sistema productivo.
De este modo, lo natural del orden de las cosas no es responder a las necesidades ecológicas que sustentan el sistema, sino a las económicas que lo movilizan. Esta racionalidad inevitablemente construye una economía no sustentable, debido fundamentalmente a la degradación permanente de los sistemas naturales, vitales para sostener en el tiempo las bases ecológicas de la producción.
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